La mediación, como modelo de intervención en la gestión de los conflictos de la vida cotidiana, así como de las controversias que forman parte de una causa judicial, se sustenta en un proceso probado, cuyas fases, ejecutadas bajo la aplicación de un principio de flexibilidad, son consistentes en ayudar a las personas a que puedan resolver satisfactoriamente sus desavenencias.
Esta metodología, que se aplica prácticamente en todos los países que a nivel global desarrollan programas de mediación, se divide en diversas fases que en seguida se describen, debiéndose notar que no es tan importante el establecer 3 ó 7 fases, como sí lo es el poder definir en este proceso espacios para la intervención colaborativa de todos los participantes, en una secuencia que les permita llevar a cabo una comunicación lo suficientemente productiva como para llegar a acuerdos.